2 ene 2013

La Biblioteca Nuevo Ser comparte sus producciones

Para consultas, llamar al 4754-2814 o escribir a biblosnuevoser@hotmail.com
Acá les dejamos algunas producciones de nuestro último taller de audiolectura, en diciembre de 2012.
Son escritos que surgieron a partir del trabajo con una noticia periodística de 1995: "Acusan a un mono de incendiar la casa de su vecino". Por la fecha del suceso, la noticia no está en Internet, pero a modo de curiosidad, pueden leer alguna similar:

http://www.larepublica.pe/05-11-2011/acusan-un-mono-de-desatar-un-incendio-en-piura

Entonces, luego de otros trabajos con el texto, nos propusimos inventar historias de maniáticos. A continuación, las historias que construimos de a pares, precedidas por un cuadro donde aparecen las Erinias, encargadas de perseguir y enloquecer a los criminales; aquí las vemos persiguiendo a Orestes, después de haber matado a su madre Clitemnestra:





















Cuadro: Erinias, de William A. Bouguerau (Francia, 1825-1905); fuente de la imagen: http://www.fotopedia.com/items/flickr-2892849486

Dromomanía: la manía de viajar
El dromómano (que se quedó de a pie...)

Recuerdo que un día me tomé el 448 para llegar a la estación de San Miguel y tomar el tren hasta la Capital. Después me tenía que tomar otro tren y al final, un colectivo, todo esto para llegar a El viejo almacén. Todavía vivía Edmundo Rivero y era un placer ir a ese lugar. Cuando esperaba el tren en los andenes de San Miguel, me cruzó un conocido y me preguntó dónde iba. Cuando le conté, se rió un poco y me dijo:
-Ehhhh, pero vos viajás más que un ejecutivo, vas a terminar volviendo a la medianoche.
-Y bueno, qué querés, para verlo a Rivero, yo viajo adonde sea.
Al final, después de varias horas, llegué. Una delicia, cantaba Rivero, al bandoneón estaba Leopoldo Federico, una gloria. A las 3 de la mañana, estaba terminando todo. Mientras salía, pensando cómo iba a volver, empecé a dar vueltas pero nada. Ni un colectivo, ni un taxi...anclado en San Telmo. En eso, sentí que alguien pasaba corriendo cerca de mí. Era un conocido de San Miguel que no sé qué hacía por esa zona, pero ya su voz alejándose, escuché que me gritaba:
-Ehhh, loco, ¿dónde vas? ¿Te perdiste? Mirá la hora que es, !no vas a llegar a tu casa!
-Che, esperame, ¡no te vayas!- le grité a mi vez. Yo ya no me cocino al primer hervor y no hubiera podido correr como él.
-No, loco, no, -trotaba cada vez más rápido, torciendo la cabeza para gritarme y desesperado por alcanzar el colectivo que había parado en un semáforo- ahí hay un bondi que me acerca a Retiro, si corro lo agarro, pero vos no vas a llegar, nos vamos a quedar acá los dos hasta dentro de tres horas-me gritaba su voz, cada vez más lejana- chauuuuu, aviso que estás bien, no te preocupes.
No, claro, no me preocupé...me clavé en una vereda de Leandro Alem más de dos horas hasta que pasó el primer colectivo que me llevó al tren que me llevó al subte que me llevó al tren que me dejó en la estación que me permitió tomar el 448 de vuelta a mi casa...pero volvería a hacer ese viaje mil veces más, si estuviera Rivero en El viejo almacén...












Imagen tomada de:http://www.viejo-almacen.com.ar/


Glazomanía: la manía de hacer listas


Las glazómanas

















Mercedes tenía que viajar a Brasil. Se casaba su hija, Macarena. Merces pensó entonces que ya era tiempo de hablar claro con su padre: ¿le podría dar algún dato sobre esa otra hija de él, hermana de Mercedes, que se había ido, (nunca se dijo por qué), a vivir a Brasil? Así, tendría un doble regalo: estar en la boda de su hija y conocer a su hermana, a la que nunca antes había visto ni recordaba. Pero no hubo caso: el padre, porque no sabía o porque no quería, no le dio ningún dato.
Finalmente, llegó el día y Mercedes partió para Brasil. Le tomó más tiempo hacer sus listas que las dos valijas. La lista de la ropa de verano, la lista de la ropa de abrigo, la lista del calzado, la lista de maquillajes y cosméticos, la lista de documentos para viajar, la lista de casas de cambio de moneda, la lista de las filiales de su medicina prepaga por si le pasaba algo, la lista de lugares que quería conocer, la lista de expresiones básicas en portugués para manejarse cómodamente, la lista de todo lo que le pidieron sus sobrinos...
Cuando llegó al hotel, lo primero que hizo fue hacer una lista de cosas que debía comprar en el supermercado. Y otra de desperfectos, o lo que a ella le parecían desperfectos, de la habitación, para reclamar solución al conserje y no olvidarse de nada.
Cuando por fin habló por teléfono con su hija, un día antes de la boda, la notó muy entusiasmada.
-Y claro- se dijo- está viviendo uno de los momentos más importantes de su vida.
Finalmente, el día del casamiento llegó. Poco antes de salir, recibió un llamado de su hija para asegurarse de que iría a la celebración, de que no se iba a olvidar.
-¡Pero Macarena, más vale que voy a ir!, mirá si voy a hacer todo este viaje para estar en un cuarto de hotel...no cambiás más vos, -la retó cariñosamente-, está bien que soy grande pero no me voy a olvidar de ir al casamiento de mi hija.
Cuando llegó a la iglesia, se ubicó en la primera fila. Ahora que lo pensaba, nunca había preguntado quién era la madrina del novio, porque , que la mamá del muchacho ya había fallecido. Apenas sonaron los acordes de la marcha nupcial, todos se dieron vuelta para mirar a la novia que entraba. Las cabezas iban y venían, de la novia mientras caminaba al novio que, nervioso, la esperaba en el altar... Mercedes no podía evitar hacer listas mentales de lo que arreglaría en la iglesia (estas luces tan bajas, esas rajaduras, la alfombra caminada por miles de novios, los ventiladores perezosos y chirriantes...); en eso, los ojos de Mercedes se quedaron fijos en el novio...no, en el novio no...en la madrina...era como estar viéndose a sí misma, un poco más grande...no podía creer tal parecido. Pero pronto empezó a prestarle atención a la celebración: las lecturas, las promesas de amor, los anillos, la bendición del sacerdote, la salida, los saludos efusivos en el atrio. Y entonces, todo se aclaró: en medio del abrazo fuerte que le estaba dando a su hija, la escuchó susurrarle al oído...
-Má, ¿te diste cuenta?...La madrina de Fabián...es tu hermana. No me preguntes nada, quiso venir, quiere conocerte.
Mercedes no lo podía creer; se dio vuelta, y allí estaba, sí,  su hermana. Se dieron un abrazo que hizo innecesarias las palabras. Y no sabemos cómo Macarena había averiguado la dirección de su tía en Brasil, cómo habían sido los momentos previos a su venida, si le habría costado o no convencerla...pero si Mercedes hubiera hecho una lista de sus sueños por cumplir, ese día, hubiera tachado el más importante de los que le faltaba...


Monomanía: la manía de hablar de un solo tópico o tema

La monomaníaca



















María es una señora de avanzada edad, sola, viuda, sin hijos y con dos gatos. Parte de su rutina es salir a las 11 de la mañana a barrer la vereda. Todos los días. Su vecina, Rosa, sale a la misma hora, y si pasáramos por el barrio, escucharíamos el siguiente diálogo:
-¿Qué tal, María, cómo anda?
-Y, como siempre, qué va a hacer, con dolores de rodilla, artrosis, encima tengo que lavar los platos, la ropa, planchar, limpiar la suciedad de los gatos, ir a la farmacia a buscar los remedios, y claro, imagínese, con mis dolores de rodilla, con la artrosis...
-Bueno, María, discúlpeme pero se me hace tarde para ir a hacer las compras.
Rosa se va, fatigada de años y años del mismo diálogo.
María se dirige ahora a la verdulería. El verdulero, don Joaquín, es un ser afable, bienhumorado, pero María...es María...
-Y, ¿doña? ¿Qué va a llevar hoy para cocinar de rico?
-Y, don Joaquín, mire, no sé, porque depende del peso, ¿vio?, con mis dolores de rodilla, la artrosis, encima tengo que lavar los platos, la ropa, planchar, limpiar la suciedad de los gatos, ir a la farmacia a buscar los remedios, y si llevo una bolsa muy pesada, imagínese, con mis dolores de rodilla, la artrosis...
-Bueno. bueno, ya va a mejorar -y, amablemente, Joaquín la cortaba-, me va disculpar, pero le pido que se apure con lo suyo que en un ratito nomás me viene un mayorista y me tengo que poner a hacer cuentas con él.
Y así, cada vez que salía a la calle: nadie podía dialogar con ella si no era metiendo algún bocadillo entre la artrosis, las rodillas, la farmacia, la suciedad del gato...hasta que un día, el barrio se cansó de que María se comportara como si fuera la única en el mundo que tenía problemas, y dejaron de escucharla. Ella, sin embargo, siguió siempre con su cantito lastimero, ni siquiera se daba cuenta de que no la escuchaban: doña Rosa entraba en cualquier momento a su casa después de barrer, y María podía seguir hablando que ni se daba cuenta; el verdulero se dedicaba a atender a la demás clientela mientras María se seguía lamentando, y ella, ni enterada; la chica de la farmacia le daba el ticket y la dejaba hablando sola...Y ella, ni enterada; como si, en realidad, no le importara dialogar con otros, sino hacer su monólogo de autocompasión, así fuera frente a la pared...



Noctimanía: la manía por la noche

Los noctímanos




















La noche estrellada, de Vincent Van Gogh (Holanda 1853-Francia 1890). Imagen de: 

http://aswania.edublogs.org/files/2009/10/van_gogh_nuit_etoile_l.jpg

La familia Luna  no dejaba dormir a sus vecinos, los Díaz. ¿Por qué? Porque jugaban a la pelota, escuchaban música como para romper los tímpanos, ordenaban cacharros de metal, y hasta el perro, ladraba a más no poder...de noche, siempre de noche. Empezaban cerca de las diez y hasta la madrugada no paraban.
Para los Díaz, esto era un tormento. Por otra parte, conocían bien a los Luna y pensaban que sufrían de algún trastorno, porque cuando habían intentado llamarles la atención sobre estos hechos, se habían encontrado con la mejor voluntad, con una serie de excusas que parecían bastante genuinas y siempre, siempre, con la promesa de que no volvería a suceder...hasta las diez de la noche del mismo día, en que todo recomenzaba.
Pero, perseverantes, no se dieron por vencidos, y pensaron que si se hacían amigos, cercanos, más íntimos de los Luna, podrían influir más sobre ellos y sus hábitos. Así, los empezaron a frecuentar más, comenzaron a ir a tomar mate a su casa, a tratar de que los hijos respectivos se hicieran amigos, a proponer cada tanto algún asado en casa de los Luna, invitando los Díaz...pero algo había en los Luna que...sí, adivinaron: su pasión por la noche no sólo no desapareció por estar cerca de los Díaz (hasta entonces, prolijos cumplidores de los horarios "normales" para despertarse, para comer, para irse a dormir), sino que los Díaz adoptaron hábitos noctámbulos, y casi sin darse cuenta, se encontraron a las tres de la mañana en medio de una discusión acalorada, a grito pelado, sobre una generala servida que había sido trampeada según los Díaz e impecable según los Luna...y los Díaz, finalmente, se vieron absorbidos por la fuerza noctímana de los Luna. Debido a los ruidos molestos que provocaban, fueron visitados por sus vecinos de la vuelta, los Tardini, pero finalmente, estos también, en fin...y luego otros vecinos desvelados intentaron poner orden, pero, ya imaginarán...y llegó un momento en que el barrio entero fue conocido por Villa Noctímana...Si no puedes vencer al enemigo, únete a él.

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